Llevamos 75 días en casa. Mis días parecen como el día de la marmota. Todos iguales. Me levanto a las 6:00am, levanto a los niños mientras mi esposo hace el desayuno. Nos bañamos, tendemos las camas, arranca el día. Desconectamos los computadores que dejamos cargando la noche anterior y cada uno se va a su lugar de trabajo. Nicolás y Sara a sus cuartos, Sergio al nuestro, Julián y yo a nuestra oficina común en el comedor. Él entra a su clase y repite “¿Laura me oyes?, ¿Laura me oyes?”. Yo empiezo a revisar las reuniones del día, respondo correos, miro clases. A las 10:00 paramos, hago onces y las reparto por los cuartos, tenemos recreo hasta las 10:30. Empezamos de nuevo, cada uno hace sus tareas hasta la hora del almuerzo. En la tarde tengo reuniones y ahora soy yo “¿Patricia me oyes?, ¿Paulina me oyes?”. Hago comida, jugamos un juego de mesa, acuesto a los niños. Trabajo un rato más. Me voy a dormir.
También pasan muchas cosas nuevas. Nos emocionamos cuando timbra el citófono, vemos videos de hace muchos años cuando todos estábamos más chiquitos, nos regodeamos en la nostalgia. Nos acordamos de nuestros amigos y familiares y armamos un cuadro enorme con sus fotos para tenerlos cerquita. Recibimos detalles inesperados de ellos y sabemos que cerca estamos siempre. Hacemos campeonatos de Catán, reorganizamos la sala. Leemos cuentos, armamos legos y rompecabezas, les ponemos arroz a unos copetones que empezaron a venir cuando la ciudad empezó a descansar. Hablamos mucho, cocinamos, peleamos, gritamos, lloramos, cantamos, nos reímos, nos reímos, nos reímos.
Aprendo a ser rectora de este maravilloso Colegio en la mitad de este maremoto. Reviso planes de estudio, hablo acerca de las clases, planeo el retorno. Veo a los profesores, a ustedes y a sus hijas por video y los siento cerca, solidarios, amorosos.
¿Aburrido? Pues no. Es simplemente una nueva manera de vivir en la que, igual que en otras formas, hay rutinas y hay sorpresas, hay dificultades y hay sosiego.
Y es así como espero poder recordar este tiempo, es así como espero que ellos se lo cuenten a sus hijos. Como un tiempo dulce en el que después de almuerzo teníamos un ratico para compartir, en que la llegada de un juego nuevo es un evento monumental, en que mis hijos han crecido, han madurado, se han vuelto cada día más dueños de sus propias vidas. En que ya no es importante afanarse por llegar tarde, y que tenemos un ratico más para dormir porque el bus ya no pasa a las 6:30. En el que una comunidad como la del Colegio San Patricio me recibe con retos enormes y con los brazos abiertos. En el que un equipo extraordinario de personas me apoya, me acompaña, me contiene. En el que timonear este barco y con este equipo es un honor.
Y ustedes, ¿cómo quieren recordar la cuarentena?